lunes, 3 de marzo de 2008

Dance me to the end of love

No sé que se le ocurrió hacer (o no hacer) a mi compañero de bló que dejó todo acá lleno de paranoia. Gente persiguiendo gente sin alcanzarse. Me dejó perpleja el muchacho. Y yo nomás por reflejo volteo hacia atrás y miro como nadie me está siguiendo. Chale. Este es el club de los apestados.
Hoy estuvo esta insegura servidora pegada a la computadora. Ya tienes trabajo, que chido!!! pues noooooooo. Quiero que la ENAP me patrocine para entrar al quórum (ni loca le doy mis 400 varos [que no tengo] por trabajo a esa institución privada que lo organiza). Invertí mi precioso tiempo de paseos y lectura ociosa a preparar mis ilustraciones que mañana iré a presentar al flamante secretario académico con la mejor de mis sonrisas.
Eso quiere decir que pasé todo el día metida en casa. No salí a la calle, ni siquiera cuando chocaron aparatosamente en mi avenida y había "conmoción pública" por no llamarla chisme. Aproveché y por fin después de un largo mes de andar apestando a madres decidí lavar mi ropa. Y cuando llego al lavadero con todas mis renovadas ganas de quitarle el mal olor a mis trapos me encuentro con los tenederos llenos de esto:

La abuela acaba de lavar toda la ropa y cobijas del nieto que vive en mi casa desde hace 20 días, cuando llegó a este podrido mundo. El nido de mujeres con crisis hormonales en el que vivo ahora se ve invadido por un hombre diminuto al que se le tiene que limpiar hasta el último rincón. Y sus pañales siempre terminan embarrados de mostaza.

Pero me dio una buena escusa para seguir haciéndome güey y lavar hasta que deberas ya no haya más remedio.

Saludos apestosos a mi apestado amigo. Así de mal oliente es este mundo y sus relaciones personales. Pero no seamos emos (iiiuuuuu, hasta me puse chinita nomás de imaginarlo) y pensemos que todo puede ir realmente bien. Uno la caga, pero tarde o temprano dejamos de tener diarrea. (nótese mi pésima forma de dar ánimos, chale)

Y si tienen ganas de ver ustedes dos lectores las ilustraciones con las que empecé a decir todos estos improperios vayan a echarse unas lentejas acá a la vuelta.

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